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miércoles, 29 de junio de 2016

Reseña de "El silencio de las tierras altas" de Steinar Bragi



TÍTULO: El silencio de las tierras altas
AUTOR: Steinar Bragi
EDITORIAL: Destino

SINOPSIS
Dos jóvenes parejas, víctimas de la crisis financiera, se internan hacia lo desconocido en un viaje de pesadilla a través de zonas volcánicas de Islandia. Arrogantes, urbanos, hipertecnológicos y con tendencia a las adicciones, se ven sobrepasados por una naturaleza hostil que multiplica sus fantasmas y los lleva al borde del precipicio. Lo tenían todo: riqueza, poder, estatus, y lo van a perder todo. Un page-turning que analiza la relación entre el hombre moderno y la naturaleza, ese espacio salvaje donde las reglas de la civilización no tienen ningún valor.

OPINIÓN
El terror y las historias que te dejan esa sensación de irrealidad, de confrontación con el mundo, con la mente llena de preguntas que vas respondiendo a lo largo de días, semanas o que te asaltan incluso años después durante una conversación; esas son el tipo de novelas que siempre me han llamado la atención. Autores como Lovecraft o Hodgson ocupan mi imaginario desde edad muy temprana, algo que se nota en mi forma de escribir o en las lecturas que me apasionan.
El silencio de las tierras altas es una de esas obras. La escogimos para el Club de Lectura que organizo en La Font de Mimir y me ha sorprendido gratamente. No llega a la altura de los maestros, pero se nota que ha bebido de ellos o, al menos, el autor ha sido acosado por los mismos seres abisales. Una historia tejida con secretos y máscaras, que nos habla del autoengaño social y personal.
"En aquella foto había algo que la perturbaba: cómo se inclinaba la mujer hacia el hombre con un hombro algo levantado, como para sostener alguna cosa que no se veía; o la composición misma de la foto; las proporciones nada naturales del fondo".
Un viaje entre supuestos amigos, un accidente por pérdida, un caserón en medio de la nada, dos ancianos con demasiados secretos, y aquello que se oculta donde no queremos mirar.
"—¿No os parece extraño lo de esta casa? (...) Tienen tapiadas las ventanas de la planta baja —continuó—, aún se nota la forma. Y también estoy bastante seguro de que la entrada estaba originalmente al nivel del suelo, donde está ahora la escalera. (...) He dado la vuelta a la casa, no hay un solo agujero en el piso de abajo, excepto el que produjo el todoterreno en la pared".
Aviso, por mucho que nos la quieran vender como novela negra, no es este género el que encontraremos entre sus páginas. Sí, tiene ritmo de thriller y el aura de misterio envuelve cada palabra, pero, más allá de eso, estamos ante una novela de terror psicológico y onírico que resulta perturbadora. Mezcla la realidad íntima de unos personajes perdidos en ellos mismos, en un desierto y encerrados en una casa, en una roca, en su mente, con las leyendas sobre duendes y espíritus de la naturaleza. 
Una naturaleza fiera y al mismo tiempo inerte, con seres más allá de la realidad y la pesadilla. Una normalidad corrompida y extraña. Páginas con secretos visibles que somos incapaces de descifrar.
"Podía percibir la casa entera, hasta el más mínimo movimiento, hasta el más mínimo sonido. Estaba sola en la oscuridad con aquello que había aparecido en medio del fogonazo (...) sentía el revólver clavándosele en el muslo, pero siguió adelante y llego a su cuarto, donde tuvo arcadas y vomitó en el suelo. Después trepó a la cama y se durmió al instante, como si la hubieran apagado".
La narrativa puede resultar confusa, algo que al principio nos parece una mala traducción, comprendemos más adelante que es parte del juego del autor, quien nos va haciendo guiños durante toda la historia para señalarnos aquello que no encaja. Mezcla la trayectoria íntima de los personajes con lo que sucede en los arenales y la casa, pudiendo así llegar a la historia de esas tierras para nosotros extrañas y a las mentes y vidas de unos personajes que se van destapando a lo largo de la novela, mostrando sus cuerpos desnudos, sus vísceras, la verdad de porqué son así.
"Inmediatamente, al lado de la puerta distinguió un interruptor en la pared. Encima de él estaba escrito con letras mayúsculas: ‘Mírame’. El interruptor no parecía tener nada de particular, pero ¿qué era lo que tenía que ver?".
No podía faltar la crítica social, hacia el ansia de poder, esa voracidad materialista y sexual que nos deja con el espíritu vacío, insensibles emocionalmente, que nos aboca al alcohol y al embotargamiento para no pensar, no recordar, no “ser”.
El título y la portada me hicieron volver la vista a Las colinas tienen ojos y, pese a que no sigue los horrores del film, sí que tiene un cierto regusto. Ese desierto inabarcable del que los personajes no pueden huir, una casa a la que vuelven una y otra vez en busca de refugio; un pueblo más allá de un abismo rugiente y helado, la sexualidad y el salvajismo separados por una fina línea de polvo que el viento arrastra con demasiada facilidad.
"Si existe algo que nos hace libres en este país es eso, lo sepa la gente o no lo sepa. Las tierras altas son como una caja de resonancia de todos y cada uno de nuestros pensamientos...".
Además, el autor ha sabido mezclar las leyendas autóctonas con la crítica ecológica y moral; unos duendes muy distintos a los que estamos acostumbrados, terribles y hambrientos, que me trajeron a la memoria al “ser” de Monster, el manga de Naoki Urasawa.
"(...) y la moraleja de la historia, según dijo, era ésta: escucha a tus hijos, y si ellos ven algo que tú eres incapaz de ver, debes tener miedo".
Su final no es apto para todos los públicos, no porque sea duro o trágico, que lo es, sino porque está abierto a interpretaciones, a diferentes “posibles” que convergen en uno solo, unificándose en la locura del propio lector. El autor nos deja con ese sabor metafórico, entre el sueño, la leyenda y la realidad, con imágenes calmas que, a causa del desconcierto, son más perturbadoras que el horror que hemos vivido páginas antes.
"Pero, aunque la historia funcionara, pensaba Vigdís, eso no quería decir que fuera cierta".
En mi opinión, una obra llena de matices que nos recuerda a los grandes del género y se lee en un suspiro, con un ritmo que no deja de acrecentarse, como el cauce del río glaciar al que se enfrentan los personajes.
Recomendada a los amantes de las historias que te extravían y desentrañan la mente, a los lectores de terror y a aquellos que gusten de los relatos extraños. No apto para quiénes guarden demasiados secretos turbios o aquellos que se espanten fácilmente.

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©Isabel del Río

Febrero 2016


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