TÍTULO: El
silencio de las sirenas
AUTOR:
Beatriz García Guirado
EDITORIAL:
Salto de Página
SINOPSIS
Cinco
años después de que su esposa pereciese bajo una ola gigante en la costa de
Baja California, y tras el inexplicable suceso que dejó varadas miles de
ballenas en las playas de todo el mundo, Oless Svalbard, teleoperador sueco
aficionado al buceo, vuelve a sumergirse en las aguas violetas del Pacífico.
Sin embargo, el supuesto encuentro con una sirena en su última inmersión le
obliga a retrasar indefinidamente su vuelta a Estocolmo para volar a Bahía de
Todos los Santos en busca del autor de un vídeo que podría confirmar la
existencia de esta criatura legendaria (o quizá sólo para llevar la contraria
al fantasma de su esposa que le habla a través del sumidero de la ducha).
En
su búsqueda, este héroe en un mundo sin epopeyas conocerá a un misterioso sirenólogo
en cuyos textos se enhebran las teorías conspiratorias más insólitas con el
presagio del retorno al Primer Océano, Panthalassa. Será el primero
de un excéntrico elenco de personajes, compañeros de un viaje de incierto
destino y más que probable naufragio. Un viaje, también, que sigue la estela de
esa tradición literaria —Homero, Conrad, Verne, Lem…— que ha hecho del mar el
lugar de búsqueda por antonomasia y a la que Beatriz García Guirado se suma con
este brillante debut no exento de potente lirismo y riesgo narrativo.
OPINIÓN
Sirenas,
seres mitológicos y efímeros que visualizamos como jóvenes bellas con cola de
pez, aunque en la antigüedad fueran arpías aladas. De voces cándidas que atraen
a los marinos a su muerte, o quizá simplemente cantos malinterpretados y
solitarios. Puede que sólo sean leones marinos, confundidos con doncellas
rebosantes de curvas.
“Cuando
cerraba los ojos la veía nadando en dirección a mi entrecejo; burbujeaba un
canto parecido al llanto de un recién nacido y su cabello ondeaba sobre su
rostro de forma que no pude apreciar sus facciones”.
Desde
niña me han fascinados las fosas avísales y lo que puedan esconder. La idea de
que lanzamos hombres al espacio cuando la mitad del planeta está inexplorado,
resulta maravillosa y aterradora.
“Los
papahué de Baja California sostienen que las almas de los fallecidos en el mar
viven en las profundidades abisales, que es posible escuchar en el rumor de las
olas sus lamentos y que en el fin de los días serán el kril del que se
alimentará Leviatán”.
Dicen
que somos 90% agua. Nuestras células contienen y están rodeadas de agua; nos
formamos en un entorno líquido; todo ello muy similar a los océanos
primigenios, donde se inició la vida.
“La
única forma de sobrevivir en el mar, déjenme recordárselo, es la disolución”.
Pensar
que las emociones, la psique y el mar están ligados no me parece descabellado.
Cuando la luna crece y mengua, interfiere en las mareas, al igual que en la
mente y la orientación animal, humana.
“Vivimos
en nuestro inconsciente, señor Bonn”.
Es
curioso cómo, en un par de meses, he leído dos novelas cortas en que un hombre
lo abandona todo en busca de una sirena. La primera fue Cants de sirena
negra de Sebastià Bennassar*, donde las sirenas son sinónimo de
esperanza; en El silencio de las sirenas de Beatriz García
Guirado, en cambio, son aquellas que nos conducen a otro nivel de conciencia, a
otro estado, al fin del mundo del individuo que las escucha.
“Estas
otras sirenas son monstruos marinos que poblaban el primer océano del
súpercontinente Pangea. (…) Las ondas que emiten tienen una frecuencia y
velocidad tan elevadas que nuestro cerebro es incapaz de procesar los impulsos
que recibe a través del sonido. (…) Se produce una fusión entre materia
consciente e inconsciente”.
En
esta novela nos encontramos una voz que, si no hubiera leído el nombre de la
autora al inicio, habría juzgado profundamente masculina, aunque con detalles y
dejes que sólo una mujer explica con tanta ironía.
Se
trata de una historia rápida y delirante que no nos permite detenernos a
juzgar. Personajes, situaciones y lugares que parecen repetirse en un tiempo
atemporal, en un círculo de eterno retorno, en que descubrimos una historia
sobre sirenas y puertas a otros mundos, sobre carreteras de tiempo
sub-oceánicas y aventuras de marineros preadolescentes capitaneados por un científico
invisible a causa de la música.
“Un
arco es una ventana al Azul y traspasarlo es similar a alcanzar nuevos niveles
de consciencia, franquear el umbral a un mundo ignoto donde todo cambia,
incluso uno mismo”.
Así
narrado puede parecer un caos, pero la autora ha logrado que, dentro de este
aparente desorden, el lector no se pierda, sino que, gracias a esos continuos dejavús y
personajes de un solo rostro, podamos recopilar toda la información necesaria
para reconstruir el naufragio de la vida de Oless, su protagonista.
“También
ella me había confundido con otro y, como ya empezaba a ser costumbre, no era
bien recibido”.
Cómo
la infancia puede influir catastróficamente en nuestras vidas adultas. Cómo una
persona puede ser la única isla del océano, nuestra tabla de salvación y al
tiempo la ola gigante que, sin pudor ni escrúpulos, nos barre de la playa.
“Cuando
aquel muchacho se lanzó desde un precipicio todo el mundo dijo que había ido a
un lugar mejor, así que se nos ocurrió… Quisimos saltar también”.
No
voy a desvelar de qué trata la historia, pues lo mejor de ella es que el lector
desenrede la madeja hasta entender qué narices está pasando.
“Dentro
de miles de millones de años nosotros también nos convertiremos en mito: se
hablará de horribles seres bípedos de cabeza diminuta y alopecia epidérmica. A
la leyenda, asumámoslo, la llamamos así porque nos negamos a creer que otros
seres superiores a nosotros hayan podido existir”.
Sólo
me ha fallado un detalle, el final realista me ha parecido innecesario, pero
explicativo para aquel lector al que se le haya escapado algo o no pueda leer
el libro del tirón.
Felicito
a la autora por una obra que me ha enganchado de tal manera que he olvidado el
mundo para sumergirme en ella, y a Salto de Página porque sus títulos son
sinónimo de acierto en mi biblioteca.
“Yo
escuché su agonizar lento durante una tormenta, lo oí tan claramente como mis
propios suspiros, una exhalación final de gran cansancio, y ni siquiera aún
habían muerto”.
Recomendada
a los amantes de las aventuras náuticas y psicológicas, de las rarezas y a
aquellos que les guste perseguir sirenas, sean bellas o monstruosas.
“Y
yo le diré qué ocurrió luego: enloqueció y mató al único testigo de su
existencia, y ahora ya no existe. Ahora es poco más que un fantasma, un nadie
en ninguna parte”.
*Enlace
a la reseña de Cants de sirena negra:
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aparecen en este artículo en nuestra librería y en nuestra web:
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Isabel
del Río
Febrero
2016
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