TÍTULO: El pequeño salvaje
AUTOR: T. C. Boyle
TRADUCCIÓN: Juan Sebastián
Cárdenas
EDITORIAL: Impedimenta
SINOPSIS
El pequeño salvaje es
una prodigiosa nouvelle que narra, de modo desgarrador, la
historia del célebre niño salvaje de Aveyron, quien a principios del siglo XIX
atemorizó y luego fascinó a toda Francia por tratarse de uno de los raros
ejemplares de niño asilvestrado y criado entre bestias. A finales de septiembre
de 1797, en los bosques del Languedoc francés, tres cazadores hallaron a un
niño errante, completamente desnudo, hirsuto, que adoptaba los modales de un
animal. Aparentaba unos ocho o nueve años. Una vez capturado, empezaría su
peregrinación por la Francia recién salida de la revolución, recalando tanto en
instituciones mentales como en refinados salones, donde constituiría poco menos
que una atracción de feria.
OPINIÓN
Cuando
pensamos en un niño abandonado en el bosque, criado como un ser más de la inhóspita
naturaleza, tendemos a recordar imágenes amables de El libro de la selva e historias similares, animales parlantes que
acogen maternalmente a la cría humana y la conducen a la juventud, cuando los
hombres —y normalmente una mujer de la edad del chico perdido— aparecen en su
vida y lo educan. Pensamos en un Tarzán civilizado, echando la vista atrás
junto a Jane, rememorando sus días de liana en liana.
Lo cierto
es que han existido numerosos casos de niños “salvajes” a lo largo de la
historia, especialmente en épocas y zonas donde la hambruna apretaba y las
familias se veían obligadas —como
en Hansel y Gretel— a deshacerse de sus retoños para no
morir todos de hambre.
«Durante la primera tormenta de otoño en el poblado de Lacaune,
en la región francesa de Lenguedoc, cuando las hojas yacen a los pies de los
árboles como billetes viejos y las ramas alumbran oscuras contra el cielo
encapotado, un grupo de cazadores que volvían a casa, empapados y sin nada que
diera fe de sus esfuerzos, divisaron una figura humana en la penumbra del
bosque. Parecía ser un niño, un muchacho, y estaba totalmente desnudo,
indiferente al frío y a la lluvia.»
La
estampa real de estos niños nada tenía que ver con Mowgli, ni su educación y
sociabilidad con el amable y valeroso Tarzán. Más allá de las imágenes Disney y
de aventuras —Tarzán vio la luz
en 1012, en la revista All Story Magazine, con Tarzán de los monos—, el niño que nos retrata Boyle en su
novelita ha desarrollado más su instinto animal que no el humano y, sin el
afecto y el cariño que se recibe en el seno de una familia, sin los valores y
educación que todos mamamos de críos, ¿llega a ser hombre el ser humano?
«He aquí la oportunidad (…) de poner a prueba las ideas de
Rosseau sobre el Buen Salvaje. ¿Era capaz de albergar conceptos innatos? ¿Tenía
noción de Dios y de la Creación? ¿Qué lengua hablaba?».
Estas y muchas otras preguntas relacionadas con la
educación, la infancia, la sociedad y la espiritualidad emergen a la
superficie, muchas veces como pensamientos indeseados, a lo largo de las
páginas de El pequeño salvaje. Una reflexión que nos muestra, a través de
la voz de su narrador pero con las miradas de los distintos personajes, la vida
de ese niño que en un principio no saben si es espíritu, demonio, animal o
realmente es un muchacho abandonado a su suerte.
«Así que allí estaba, desnudo. El Salvaje en persona, el famoso
Salvaje estaba desnudo en el árbol al que se había encaramado tras morder a una
chica. Itard sintió el impulso de darse la vuelta. Dejad que se congele, pensó.
No es más que un animal. (…) Pero entonces sus ojos volvieron a posarse en la
copa del árbol y, con repentina claridad, vio el rostro ausente del niño, el oscuro
vacío de sus ojos».
Boyle nos narra la historia real del niño salvaje
de Averyion —la misma que inspiró a François de Truffaut para su película
homónima— con delicadeza y realismo, sin florituras, con el miedo que puede
sentir un niño, que sólo recuerda haber conocido el bosque y las necesidades
básicas, ante un grupo de hombres adultos que quieren capturarlo y reeducarlo a
la fuerza; la frustración del maestro convertido en figura paterna, quien cree
que realmente puede revertir el pasado, que ve en el salvaje algo más que el
idiota que todos aseguran que es; la mujer que se enternece y al tiempo ablanda
el corazón a través de lo más básico: el estómago y el contacto de las caricias.
Una historia dura que nos habla de la soledad, del
miedo, de la necesidad, del amor y, en definitiva, de eso tan complejo que
llamamos ser humano.
Recomendada a los amantes de la historia, de la
filosofía, la psicología, la pedagogía y la antropología; para aquellos que
deseen leer una novela con mucha realidad; para los que crecieron con las
novelas de aventuras y ahora quieran descubrir sus fuentes.
Isabel
del Río
Agosto
2017
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