TÍTULO: Oso
AUTOR: Marian Engel
TRADUCTOR: Magdalena Palmer
EDITORIAL: Impedimenta
SINOPSIS
Publicada en 1976 y adorada por Robertson Davies, Margaret Atwood o Alice
Munro, Oso es una novela delicadísima y calculadamente
transgresora, una auténtica parábola de la vuelta a la naturaleza.
La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como bibliotecaria cuando
se le encarga hacer inventario de los libros de una mansión victoriana situada
en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático coronel, ya
fallecido. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto
descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que
este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos
una extraña relación. Una relación íntima, inquietante y nada ambigua.
Gradualmente, Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto,
que colma todas sus expectativas. En todos los sentidos. Será entonces cuando
emprenda un camino de autodescubrimiento. A pesar del impacto que causó su
publicación, Oso se alzó con el Governor General’s
Literary Award en 1976 y está considerada una de las mejores (y más
controvertidas) novelas de la literatura canadiense.
OPINIÓN
“Ahora sabía que lo amaba. Un amor tan extravagante que el resto del mundo
se había convertido en un estrecho nudo sin sentido, salvo por el paisaje que,
neutral y ajeno a ellos, gozaba de sus propios orgasmos de verano”.
Novela bestialista, bucólica y erótica en la que el orgasmo y el dolor son
el catalizador para la autocomprensión y el cambio.
“Oso, haz que por fin me sienta cómoda en el mundo. Dame tu piel”.
Oso escandalizó a
sus contemporáneos y, cuando la leemos hoy en día, entendemos el porqué.
“Lo evidente de las islas, que suele olvidarse en cuanto se desembarca en
ellas, es que son criaturas acuáticas. Esta era pequeña. El jardín de Cary
estaba rodeado de un bosque casi impenetrable. No había playa y la vegetación
llegaba hasta la orilla”.
Lou es una joven profundamente perdida que trabaja identificando y
catalogando retazos de historia ajena. La novela se inicia con la donación de
un tal Coronel Cary al Instituto para el que trabaja. La herencia consta de una
casa aislada y todas las pertenencias del coronel. Lou viaja a la isla sin
saber muy bien qué encontrara, sin demasiada pasión, pero ansiando el cambio,
necesitando de forma visceral y urgente que algo la abofeteé y la haga volver
al mundo de los vivos del que escapó años atrás.
“En invierno vivía como un topo, encerrada en las profundidades de su
despacho, escarbando entre mapas y manuscritos. Se alojaba cerca del trabajo y
hacía la compra de camino al instituto, correteando apresurada de un refugio a
otro por el túnel del invierno, sin perder tiempo”.
Según avanzamos en sus páginas vamos adentrándonos más en la mente de Lou,
en porqué siente lo que siente y hace lo que hace, quién fue en otra vida y
cómo se ha dejado arrastrar en esta.
“Pescaderas o viudas de pescadoras. Y todas empezamos queriendo ser
sirenas”.
Curiosamente, cuando llega a la isla y su guía autóctono, Homer, le muestra
cómo sobrevivir allí, descubre también que entre las adquisiciones del
Instituto se encuentra un oso. Un enorme oso pardo sin nombre ni edad conocida.
“Así que este era su reino: una casa octogonal, una sala llena de libros y
un oso”.
Al principio, Lou teme al oso, no sabe qué debe hacer, pero siguiendo los
consejos de una anciana india se acercará a este animal y a todos los secretos
que esconde. Y las notas del primer Cary, aquel que se aventuró a la remota
isla dejando su vida atrás, quien construyó la casa y la biblioteca en la que
trabaja Lou, la guían a un viaje sin retorno hacia una visión del mundo más
allá de lo cotidiano.
“Los verdaderamente románticos sucumbían de forma espantosa, recordó. Se
hundían en el hielo, contraían neumonía o tuberculosis, morían de fiebres
extrañas, escorbuto, depresión o abandono. Solo sobrevivían los más fuertes y
sus escasos recuerdos”.
Según pasan los días y avanza con su trabajo, Lou inicia una especie de
viaje iniciático que la convertirá en otra, pero habrá de pasar por la febril
locura para ello.
“Anoche: el espantoso roce de sus zarpas en el linóleo, cómo cambió de
estatura en lo alto de la escalera… Ella se había encogido de miedo, encogido
literalmente, hasta meterse en el vano de la ventana. De haber permanecido de
pie, las rodillas le habrían vuelto a flaquear”.
El oso es un símbolo, un animal que trae consigo la sabiduría más básica y
terrena, que sana a Lou justo donde ella lo necesita: en su inseguridad, sus
miedos, su soledad. Y finalmente le da el zarpazo de gracia para devolverla a
la realidad y colocar cada cosa en su sitio.
“Se rumorea que hasta los devotos los veneran por la antigua creencia de
que ellos, y no Adán y Eva, fueron nuestros primeros antepasados”.
Una historia compleja y bella, distinta, rodeada de una naturaleza
exuberante y poética. Un libro repleto de emociones tan vivas que casi duelen.
Un amor imposible que rompe esquemas y fronteras, que nos recuerda la inocencia
y la pasión, más allá de lo que se espera de nosotros, sólo debiéndose a uno
mismo y su corazón.
“¡Oh, se sentía sola, inconsolablemente sola…! Llevaba años sin sentir
contacto humano. Siempre se le había dado mal. Era como si los hombres supieran
que su alma estaba gangrenada”.
Recomendada a los que no teman romper tabús o superar los límites sociales,
para aquellos que busquen una historia más allá de las convenciones que anime a
la autorreflexión y la metamorfosis.
“¿Dónde he estado?, se preguntó. ¿En una vida que ahora podría considerarse
una ausencia de vida?”.
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Isabel del Río
Julio 2016
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