Pilar
Adón nació
en Madrid en 1971. Estudió Derecho en la universidad Complutense de Madrid. Ha
publicado las novelas Las efímeras(Galaxia Gutenberg, 2015),
considerada por la crítica una de las mejores obras del año, y Las
hijas de Sara (Alianza, 2003), así como los libros de relatos El
mes más cruel (Impedimenta, 2010) y Viajes Inocentes (Páginas
de Espuma, 2005), por el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa. Ha sido
incluida en diversos volúmenes de relato y de poesía, y ha publicado los poemarios Mente animal (La Bella
Varsovia,2014) y La hija del cazador (La Bella Varsovia, 2011).
Ha traducido obras de Henry James, Edith Wharton, Penelope Fitzgerald y John
Fowles, entre otros.
ENTREVISTA
IDR. ¿Cuáles fueron tus inicios en el mundo de los libros y quién te
empujó a él?
PA. No creo que hubiera una persona en concreto que me impulsara. En
parte, supongo que podría hablar de mi madre porque los libros que yo devoraba
de pequeña eran suyos. Los que tenía en casa. Cumbres borrascosas, Jane
Eyre, Sinuhé, el egipcio, Rebeca… Leí prácticamente todo lo que
tenía en las estanterías. Hasta lo que se suponía que una niña no debía leer.
Nunca quise trabajar con nadie ni tener que depender de nadie en mi trabajo. No
me gusta trabajar en grupo, y cuando me planteé qué quería hacer en la vida,
decidí que sería fotógrafa, intérprete de piano o escritora. Eran actividades
que (creía yo) no requerían de los demás para su ejecución. En cualquier caso,
lo que tenía más a mano era papel y bolígrafo, y como ya era una lectora
constante, creo que la consecuencia natural fue que empezara a escribir.
IDR. ¿Cuál es el primer libro que recuerdas que te marcara
especialmente?
PA. La primera novela “adulta” que recuerdo
haber leído de manera consciente fue Primer amor, de Turgueniev. Es el primer libro que entiendo como mío y lo guardo
como parte esencial de mi biblioteca. Lo leí de vacaciones, en verano, y llegué
a él porque lo regalaban con un tebeo. Era de la colección
Todolibro de Bruguera. Y
me fascinó absolutamente.
IDR. ¿Cuándo empezaste a escribir y por qué?
PA. Siempre quise salir del lugar en que vivía
y de mí misma, y al principio lo más sencillo para conseguirlo era leer y más
tarde escribir, que vino como consecuencia natural de leer. Siendo muy pequeña
escribía a mano y reescribía sin cesar, convencida de que alguien leería en
algún momento lo que escribía y, por tanto, los folios debían estar en las
mejores condiciones. Por entonces corregía y reescribía procurando que la letra
fuera legible, más preocupada por eso que por cualquier otra cosa.
IDR. Ya tienes unas cuantas obras en tu haber, y todas ellas han sido
reconocidas por la crítica. ¿Cómo es parir un nuevo libro? ¿Tienes unas
expectativas concretas puestas en él?
PA. Lo que más me atrae de un libro es la
ambientación. La forma. Plantear las circunstancias en que se encuentran los
personajes, situarlos y dejarlos en su contexto. Diseñar y definir su hábitat.
Y hecho esto, me interesa seguir haciéndolo. Quiero decir que generalmente me
interesan poco las novelas de acontecimientos externos porque me gustan más los
internos. Mostrar un estado de ánimo que va a determinar la vida del personaje.
Además, creo que es ese estado de ánimo lo que perdura con el tiempo en la
memoria del lector. Para mí iniciar un nuevo libro es elaborar todo esto y las
expectativas son siempre las mismas: llevar a los personajes y al lector que
más tarde los va a acompañar durante la lectura a una situación casi de
interdependencia en la que ambos se mueven por territorios densos e hipnóticos
pero poco fiables.
IDR. Has publicado en distintas editoriales, novela y antología, ¿qué
tal es trabajar con Galaxia Gutenberg?
PA. Ha sido muy buena experiencia. Era la editorial que yo quería
para Las efímeras y fue magnífico saber que Joan Tarrida la
quería para su catálogo. Para mí es una de las editoriales literarias más
interesantes de la actualidad, con un criterio muy sólido.
IDR. "Las Efímeras" es una novela compleja y dura, que
remueve cimientos e invita a segundas lecturas. ¿Cómo está reaccionando el
público?
PA. Los encuentros con los lectores durante una presentación o
durante las charlas que se establecen en los clubes de lectura son
sorprendentes y únicos. Cada lector es individual y exclusivo, eso es evidente,
pero además de la individualidad de cada lector entra en juego la especificidad
de cada grupo de lectura, así que las reacciones son muy diversas. A veces me
han sorprendido con interpretaciones que han ido mucho más lejos de lo que yo
pretendía al escribir la novela o al trazar el carácter de los personajes.
Algunos lectores me han admirado con conclusiones impresionantes, como las que
ha suscitado el personaje de Anita, a la que se ha visto como símbolo de la
situación política actual de distanciamiento de las verdaderas necesidades de
los gobernados, centrándose únicamente en los deseos de aislamiento y
satisfacción de las necesidades de los dirigentes. Esa no era mi intención,
pero no podemos negar que vivimos en el mundo en que vivimos, por mucho que mi
escritura pretenda ser exclusivamente literaria.
IDR. En la novela atacas al lector con múltiples tabús, en un
ambiente verde y asfixiante que no permite réplica, sin saber muy bien qué es
más condenable o si, en realidad, existe el bien y el mal. ¿Qué tratabas de
provocar?
PA. Me planteé la comunidad de la Ruche como el lugar perfecto en el
que vivir, con personajes que deseasen estar ahí, que respetasen los deseos de
los demás, que no ambicionaran lo que no era suyo y que permitiesen el
desarrollo de las capacidades de los demás sin interferencias. No son vecinos
bienintencionados que creen que deben inmiscuirse en la vida de los demás. No
hay “vecinos” en la Ruche ya que la comunidad parte de una idea de
autosuficiencia, de autoabastecimiento, de independencia y autonomía personales.
En un tiempo, la Ruche llegó a ser una comunidad de artistas. El lugar perfecto
en la naturaleza en el que poder leer, escribir, caminar, contemplar,
reflexionar… Pero es la propia presencia de los seres que ambicionaban tener
todo eso lo que llega a destrozar su carácter idílico. Su mera existencia hace
que el lugar deje de ser lo que ellos querían que fuera. Son ellos los que lo
pervierten, con su comportamiento.
IDR. Esta es una novela coral en la que, a través de los pensamientos
y emociones de los personajes, nos adentramos en la historia de La Ruche y de
la relación entre sus habitantes, en especial de las hermanas Oliver, el linaje
de "curanderos" y los de La Casa. ¿Por qué tantas voces? ¿Y por qué
tanta ofuscación?
PA. Me gusta que los personajes tengan conversaciones consigo
mismos, que creo que es precisamente en lo que consiste el pensamiento, y esa
multiplicidad de voces a la que te refieres viene de ahí. Junto a los diálogos
que mantienen entre ellos, externos, oímos los planteamientos, los reproches,
las instrucciones y las lecciones que se dan a sí mismos. Es su forma de
sobrevivir en medio de su aislamiento, de mantener la cordura y la coherencia
aunque sea una coherencia marcada por sus peculiares circunstancias. Necesitan
explicarse el mundo que les rodea como nos pasa a todos.
IDR. La locura es parte del ambiente y de todos los personajes. Todos
sufren su propio mal y egoísmo, todos comenten faltas, pero ¿cuál sería para ti
el peor de todos?
PA. Es difícil elegir. No son personajes monolíticos. Muestran
múltiples caras y aunque puedan parecer inflexibles, todos exhiben en algún
momento su faceta más vulnerable y desprotegida. En cualquier caso, si me pides
que elija, diría que para mí lo es la hermana pequeña de las Oliver, Violeta.
Muchos lectores me han comentado que es el único personaje capaz de mostrar un
poco de humanidad, el más comprensivo, pero para mí es el personaje que actúa
por la espalda, con engaños, sin mostrar sus cartas. Consigue que Denis, que es el
hombre que vive en las afueras de la comunidad, el excluido forzoso, el ser más
aislado en el seno del aislamiento feroz en el que viven todos, obedezca y
lleve a cabo sus planes. Es el personaje más maquiavélico. El que actúa en la
sombra. A los otros se les ve venir, pero a ella no.
IDR. ¿Qué opinas de lo que se lee y publica actualmente? ¿Crees que
se lee suficiente? ¿Crees que se lee con criterio?
PA. Creo que estamos en un excelente momento editorial, con títulos
en las librerías que son de una calidad altísima. Es muy difícil entrar en una
librería y no querer llevarse gran parte de los libros expuestos. Hay una muy
sana competencia entre las editoriales, que saben que los lectores reclaman
buenas obras con buenas ediciones y buenas traducciones. Los que leen leen
mucho, compran mucho, devoran libros y los atesoran y los valoran, pero luego,
por otro lado, hay una gran cantidad de personas que no leen porque no le ven
el interés, no se sienten atraídos por los libros y, además, no tienen el menor
inconveniente en decirlo. Hace ya bastantes años, cuando mucha gente en este
país no sabía leer y la cultura no estaba al alcance de todos, como sí sucede
ahora, era una desgracia que la gente no leyera. Casi todo el mundo quería
hacerlo pero no todo el mundo podía. Ahora, cuando es sencillo acudir a una
biblioteca, cuando es sencillo formarse una opinión gracias a la lectura,
desarrollar la imaginación, trasladarse a otros lugares, muchísima gente no
quiere hacerlo. Me parece un proceso curioso. Bastante peculiar. Y para mí
incomprensible. Parece que hemos olvidado lo importante que es aprender, saber,
tener la capacidad de defenderse en cualquier situación, poder responder. La
lectura entretiene, enriquece, hace pensar. Consigue que la realidad, muchas
veces demasiado plana, muestre su lado oculto. Provoca reacciones,
sentimientos. Nos ayuda a descubrir algo que había en nosotros y que quizá no
lográbamos concretar en palabras. Nos anima a pensar y a ver más allá de lo
evidente.
IDR. ¿Algún proyecto del que puedas hablarnos?
PA. Estoy intentando dar forma a una nueva novela. Dando los
primeros pasos ya que con cada nuevo libro comenzamos a dar los primeros pasos
de nuevo. También estoy escribiendo poesía.
IDR. ¿Qué estás leyendo ahora?
PA. Acabo de terminar Las torres de Trebisonda, de Rose
Macaulay, y he empezado La tierra de los abetos puntiagudos, de
Sarah Orne Jewett.
IDR. ¿Nos recomiendas algún título?
PA. Siempre recomiendo Orlando, de Virginia Woolf.
También te puedo recomendar, más actuales, a Cynthia Ozick, Marilynne
Robinson, Marta Sanz y Sara Mesa.
Puedes
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librería y en nuestra web:
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Isabel del Río
Abril 2016
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