AUTOR:
Jordi Ledesma
EDITORIAL:
Alrevés
SINOPSIS
Esteban
siempre tuvo una vida cómoda, jamás le faltó de nada, hasta que su familia le
dio la espalda y la suerte cambió de bando.
Jorge
Solís nunca fue un buen policía, aun así no le costó ascender, y con él
ascendieron sus tácticas de sobresueldo.
Humberta
quiso dejarse atrás a sí misma, huir de su propio ser. En el afán se convirtió
en Dulce.
Santi
no tuvo una infancia fácil. En el ejército encontró su vocación. No tardó en
entender sus posibilidades al servicio del crimen organizado.
Cuatro
historias independientes se entremezclan para urdir una novela negra, muy
negra. Un relato de ritmo súbito, sin intermediarios. Y en el que iremos
recogiendo las decisiones temerosas de cada personaje mientras se enfrenta a su
verdad y a las mentiras de los demás.
Un
niño de papá con problemas de adicción. Un intendente de policía infame y
corrupto. Una puta con un botín extraviado, mucha codicia y un pasado
asfixiante. Y un exmilitar que trabaja para la mafia. Los cuatro serán
satélites de los mismos miedos: un cerebro malhechor. Un hampón canalla. Un
mercader de arte. Y toda la capacidad inhumana del criminal más peligroso del
país.
Un
texto sin respiro, ni tiempo de reacción. Cada capítulo rompe límites e integra
casualidades, conecta personas y ánimo de lucro ligando una trama coral que nos
hará preguntarnos si: ¿es el infierno, diferente del mundo en que vivimos?
Tras
leer El Diablo en cada esquina me declaro fan de Jordi
Ledesma.
“Hay
adictos, perturbados y una maraña de vidas vacías, como los corazones que
habitan. En cada equina hay un camello con bolsas de cuatro micras”.
Los
que me conocéis podéis pensar que se trata de la truculencia de la obra, casi
morbosa en algunos pasajes, lo que me ha cautivado, y, a pesar de que estos
detalles le suman puntos, es la intensa crítica social desde el punto de vista
del criminal, del que está metido literalmente en la mierda, lo que me ha
fascinado.
“Ante
tal panorama, no tardó en pillarse los dedos, siempre se metía más de la
cuenta, siempre gastaba más de lo que tenía, lo que le obligaba a recurrir a
chanchullos de camello vulgar; racaneaba, timaba, cortaba, y al final, con una
tapaba la otra”.
Se
trata de una novela de género criminal en la que distintos personajes, en
apariencia sin conexión alguna, van cayendo en las redes del Diablo.
“El
viejo Mariscal capta almas extraviadas. (…) el chico subsiste trapicheando,
engullido por una ciudad con un hambre feroz y que se nutre de aquellos a los
que no les importa ser comidos”.
Ledesma
juega bien sus cartas y nos mete de lleno en los suburbios de la especie
humana, esos callejones que desearíamos ignorar pero que en realidad están ahí,
al girar la esquina.
“Los
pasos adyacentes expelen todo tipo de espíritus desviados, curiosos, perdidos.
Más allá, hay un nido de enfermos, tramado a los pies de un bloque en el que
todos saben que se vende caballo. Aún quedan yonquis en Barcelona, y no hay que
ir lejos para verlos”.
Desde
el inicio, al ir conociendo a los personajes, pues el autor nos muestra la vida
y el recorrido de cada uno, pensaba en la simbología arquetípica de cada uno de
ellos, imágenes a las que Ledesma echa mano al final de la obra para presentar
una escena grotesca, sacada del mismo infierno, con un protagonista diabólico
que va más allá de la maldad humana.
“Suburbios
expandidos convertidos en uno solo. Enjambres de infortunio, bloques
laberínticos y picardía. Matriz de delincuencia que, por camadas, pare a
criminales, traficantes y pistoleros. Eso es el Valle de Aburrá, la patria de
miles de mujeres que viajan a EE.UU. y Europa a putear”.
Aunque
el lector puede juzgar que todos acaban recibiendo su merecido, también siente
lástima por algunos de ellos, que se ven arrastrados por las circunstancias
hasta una situación insostenible.
“El
no ver nada le agudiza el resto de sensibilidades, siente ruidos siniestros que
susurran próximos a sus oídos, a cada cual más cercano y difusos entre la
sordera provocada por los tiros, y que proyecta zumbidos más allá de sus
tímpanos. Por las narices percibe el olor a miasma de la entraña terrestre que
acude en busca de las vidas que acaba de adquirir”.
Jordi
Ledesma nos ofrece una novela coral con páginas trepidantes y cargadas de
ironía, violencia, sadismo y sexo, que nos obligan a ver el reflejo de esa
sombra alargada en nuestra ciudad.
“Son
polvo en el aire. Son la noche. Y la hora llega cuando llega. Suyo es cada
instante y cada sensación, y algunas, por absurdas que parezcan, serán
inolvidables”.
“Miedo
sin sinónimos, ni adjetivos. Miedo de verdad, de ese que se mete en el sueño y
en la comida. De ese que hace dudar incluso durante la rutina”.
Recomendada
a los lectores de Novela Negra, Thriller y Psicothriller, pero también a
aquellos que quieren asomarse al infierno sin quemarse las cejas.
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Isabel
del Río
Mayo
2016
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