TÍTULO: Donde
respiran las piedras
AUTOR:
Lucía Boronat Brisa
EDITORIAL:
Arola Editors
SINOPSIS
Dos
niñas y un muchacho de Canejan desaparecen y catorce días más tarde las
pequeñas se sorprenden ante el revuelo que origina su regreso, pues no parecen
conscientes de las dos semanas transcurridas. Los apenas cien vecinos del
pueblo aranés reciben con estupefacción a las niñas que aseguran haber pasado
la tarde en compañía de su amigo: De Daniel, sin embargo, no hay ni rastro. Una
reportera donostiarra en paro, Iratxe, recibe un correo anónimo sobre el suceso
y, seducida se traslada al Valle de Arán creyendo que hallará el argumento de
una buena historia con la que escapar de la suya. Pero lo que se plantea como
una inocente aventura expiatoria resulta una auténtica pesadilla hacia el
interior desde que entabla relación con un viejo que asegura ser Daniel. Iratxe
tendrá que asumir una realidad tan inaudita como macabra entre habladurías y
supersticiones, cargadas de espejismos.
Una
subyugante historia en la que Lucía Boronat te hace sentir la maldad sin
intermediarios, en toda su pureza y esencia.
OPINIÓN
Empujada
por la recomendación de mis compis en el Club de Lectura de La Font de Mimir, y
con la insistencia de una lectora que se vio muy afectada por la trama y los
personajes, acabo de poner punto y final a Donde respiran las piedras de
Lucía Boronat Brisa.
No
conocía la editorial ni a la autora, pero ya han captado mi atención.
“Tú
también eres mala y todavía no te has dado cuenta”.
Aviso,
se trata de una historia dura y realista. Lo que empieza como la extraña
historia de la desaparición de unos niños y de un pueblo embrujado, se
convierte página a página en una crónica de maldad, sin importar edad, género
o condición.
“(…)
pasó su lengua rosa de niña por el vidrio y luego esbozó una sonrisa cargada de
sensualidad. Yo pensé que mi corazón no soportaría aquella presión”.
Una
historia que me ha secuestrado, pues desde que inicié su lectura no he podido
abandonarla y, cuando no estaba con el libro entre las manos, daba vueltas a
ciertos momentos y frases.
“Creo
que envejecí de golpe el día en que conocí a Aurora. No me refiero a su furtiva
visita en el hostal sino al día siguiente, cuando me ofreció su casa y me abrió
su corazón. Su aspecto de prematura senilidad me agarró con fuerza, me invadió
sin compasión. Conocer a Aurora resultó algo parecido al contagio de una
enfermedad”.
Algunos
puntos de la resolución vamos presintiéndolos según se aproximan, aunque no el
final propiamente dicho. La novela exuda la verdad para aquel que quiere
interpretarla, pues es una de esas historias que juega con lo que deseamos y no
deseamos ver.
“Mis
padres ausentes, mis padres siempre ocupados entre tules y largas colas de
seda: ese es el motivo por el que mi hermana tuvo que asumir a la fuerza
responsabilidades que no le correspondían”.
La
protagonista es una periodista venida a menos. Tras su divorcio, pierde el
trabajo y se deja consumir por la desidia. En el mundo tiene sólo a su hermana
y sus sobrinos, pero su cuñado no la tiene en mucha estima, por lo que se
mantiene alejada. Sola. Esa es la imagen que nos ofrece la autora, una
instantánea que se irá distorsionando según pasen las páginas.
“Lo
cierto es que nunca he sabido mantener las amistades. Siempre he antepuesto mis
intereses a las necesidades de los demás, por eso estoy sola”.
Una
mañana encuentra el recorte de una noticia antigua en su buzón: tres pequeños
desaparecieron en el pueblo de Canejan hace años, dos niñas y un niño, y 48h
después las niñas regresaron como si nada hubiera sucedido. El niño nunca
apareció.
“Un
escalofrío recorrió mi nuca. Era la mirada de las niñas: sus ojos me perseguían
allí donde me encontrara. Pero lo más turbador no era esa particularidad, sino
la expresión de las pequeñas, que no concordaba en absoluto con su edad”.
La
protagonista decide aceptar el desafío y adentrarse en la historia de horror
que se esconde en la aldea.
“Llegué
a la conclusión de que el valle de Arán abundaba en historias sobre brujería y
fábulas siniestras. La mayoría de libros y guías turísticas revelaban un
estrecho vínculo del lugar con el ocultismo. Ello me atraía y me repugnaba al
mismo tiempo”.
¿Qué
sucedió en aquella tarde de juegos? ¿Dónde está Daniel? ¿Y por qué las niñas
tienen esa mirada vieja y vacía? ¿Por qué infunden temor y el pueblo parece
bajo el influjo en un ente maligno?
“Había
en tus ojos una fuerza poderosa y sobrenatural. Me asuste muchísimo. Era como
si de repente te hubieras transformado en un ser espantoso, espeluznante.
Pasaste de ser una niña preciosa a ser un monstruo, un engendro terrorífico que
rebasaba los límites de la normalidad”.
Una
historia que no deja indiferente y puede revolver las tripas y/o la conciencia
de algunos.
“Recordé
mis fiestas de cumpleaños, tan forzadas, carentes de ruido, de alegría: fiestas
engorrosas y comprometidas, a las que eran invitados tres o cuatro niños cuyos
nombres desconocía, y que acaban jugando entre ellos, mientras yo los observaba
sentada en el sofá de mi casa”.
Recomendada
a lectores de misterio, terror, thriller y novela psicológica. No apta para
lectores jóvenes o para aquellos que hayan sufrido una mala infancia.
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Isabel del Río
Mayo
2016
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