TÍTULO: El Jardín del Edén
AUTOR: Araceli Chiquilla Mesa
EDITORIAL: Ediciones El Transbordador
SINOPSIS
Año 2007. En
El Jardín del Edén, una finca situada en un pueblo cerca de Madrid, la policía
encuentra los cadáveres de una joven pareja. Aunque el caso se cierra como un
envenenamiento accidental, Esteban, el forense que realiza las autopsias,
intuye que hay algo más.
Una historia
que bebe de la ciencia ficción de los años 50 y en la que se libra una lucha
desigual y solitaria contra una amenaza letal, un enemigo invisible para la
mayor parte de la humanidad.
OPINIÓN
Araceli
Chiquilla Mesa es una autora catalana que se estrena con su primera novela, El Jardín del Edén, publicada con
Ediciones El Transbordador.
Cuando su
editora me llamó para presentarme la novedad, sus palabras llamaron mi
atención: «Te va a encantar», dijo, «es una novela de Terror Botánico». Como ya
sabéis soy fitoterapeuta y me apasiona el mundo de las plantas —sobra decir que
me marcaron las Monstruo Plantas—, por lo que me entraron ganas de sopesar el
libro y conocer a su autora.
Estamos ante
una novela corta y muy rápida de leer, que mezcla misterio, drama, thriller y terror
en igual medida. La psique del protagonista es el centro de la historia,
haciéndonos dudar de si la trama se desarrolla en su mente o en la realidad que
lo rodea.
Todo empieza
con dos muertes aparentemente accidentales en unos terrenos de naturaleza
exuberante y salvaje, repleta de ejemplares venenosos. El forense al cargo —que
resultará ser el protagonista y héroe de la historia— será el único que se
pregunte si realmente fue un accidente e inicie sus pesquisas.
Su autora nos
presenta un misterio bien trazado, un personaje que se desarrolla a través de
la calamidad y un terror donde los monstruos son aquello que creemos
inofensivo, pero también destila crítica entre líneas, porque ¿quién es el
malo, el monstruo o quien lo engendró?
Araceli ya
forma parte de nuestro club de lectura en La Font de Mimir, pero antes de conocerla
tuvimos la oportunidad de leer su novela y escucharla durante la presentación,
y las dudas y comentarios que surgieron mostraron que, a pesar de ser un libro
de apenas 114 páginas, da lugar a distintas visiones del mismo.
El final —tranquilos
que no hago spoilers— da lugar a polémica. En mi caso, disfruto de este tipo de
conclusiones que dejan pensar al lector, pero muchos prefieren las cosas atadas
y explicadas. Todos los caminos se cierran y su autora nos muestra hacia dónde
se precipita la acción, pero es nuestro trabajo decidir quién ganará la batalla
y si realmente había batalla que luchar.
Un buen
pistoletazo de salida para una carrera literaria que espero nos dé muchas
sorpresas.
ENTREVISTA
¿Quién es Araceli Chiquilla Mesa?
Soy una mujer
de cincuenta y nueve años, nacida en Barcelona, que después de vivir mucho
tiempo en un pueblecito del prepirineo leridano, ha vuelto a instalarse en su
ciudad natal con muchas ganas de meterse de lleno en la aventura de escribir y
publicar.
¿Cuáles
fueron tus inicios en el mundo de los libros y quién te empujó a él?
Mi relación con los libros se remonta a
mi infancia. Siempre me ha gustado leer y el día de Reyes nunca faltaban los
libros entre los regalos. Recuerdo con especial cariño una colección de cuentos
de diferentes culturas y zonas del mundo, de la Editorial Molino, que aún
conservo.
¿Cuál
es el primer libro que recuerdas que te marcara especialmente?
El Principito,
de Antoine de Saint-Exupéry.
¿Cuándo
empezaste a escribir y por qué?
Empecé en la adolescencia. Escribía poesías
—sólo para mí— que
me servían para dar rienda suelta a mis emociones y vivencias. La escritura en
verso —nunca en prosa—
fue durante muchos años mi vehículo natural de expresión.
Esta
es tu primera novela publicada, ¿cómo ha sido la experiencia con la editorial y
con los lectores? ¿Te lo esperabas? ¿Qué le dirías a un escritor novel que esté
buscando editorial?
La experiencia con la editorial ha sido
muy grata. Se han ocupado de todo con mucho mimo y profesionalidad. Estoy muy
contenta de que Ediciones El Transbordador haya apostado por mi novela porque,
aunque sea una editorial pequeña, sé que va a más, goza de un creciente
prestigio y es sinónimo de calidad y buen hacer. También me hace especial
ilusión que sea una editorial Malagueña,
porque toda mi familia viene de allí.
Respecto a los lectores, es una
sensación muy gratificante saber que a la gente le interesa algo que has
escrito. Algo que has gestado en soledad durante mucho tiempo y que, cuando
empiezas en esto, tienes muchas dudas sobre si puede gustar o no. Por ahora,
las reseñas que han aparecido y los comentarios que me han llegado, son muy
entusiasmas y favorables. Que alguien te diga: “Me ha encantado” o “me ha
enganchado por completo” no tiene precio y te anima a seguir escribiendo con
más ganas aún.
A un escritor novel que está buscando
editorial le aconsejaría que no empiece con editoriales grandes, porque es
mucho más difícil que su intento llegue a buen puerto y, sobre todo, que se
informe bien sobre aquellas donde puede encajar mejor su manuscrito. Hay
muchísimas editoriales, con intereses muy diferentes y, afortunadamente, en
internet se puede encontrar mucha información sobre todo ello. También es
importante seguir las pautas indicadas
para el envío de originales. Aunque parezca poco importante, puede ser la
diferencia entre que lleguen a leer el texto o lo desechen sin mirarlo
siquiera.
Como
autora y lectora, ¿qué crees que mantiene enganchado a un lector y qué crees
que lo espanta? ¿Qué te motiva a ti a seguir leyendo?
Es difícil hablar en general, porque no
hay dos personas iguales en el mundo —afortunadamente— y con un libro pasa como con un
cuadro: lo que para uno es una obra de arte, al otro le deja indiferente o no
le gusta en absoluto. Pero, al margen de la mayor o menor calidad literaria de
la obra —que es otro aspecto muy
distinto y que genera eternas controversias—, tienes que captar su interés y ser capaz de sostenerlo a lo
largo de la mayoría de sus páginas, llevarlo a tu terreno, emplear el lenguaje
más adecuado para los personajes y su marco
temporal —huyendo siempre de la
pomposidad y el exceso de retórica—
y dejarlo participar de la historia. Al
margen de todo esto, depende en gran medida, de los intereses del lector y de
lo que busca al abrir ese libro.
A mí, en particular, me interesa que el
texto me haga reflexionar, que me emocione y me aporte algo, más que la pura
diversión y entretenimiento. No entiendo la literatura como un mero ejercicio
estético o como simple evasión —aunque
sea lícito, por supuesto— sino
como enriquecimiento personal. También me gusta que la historia esté bien
construida y que no haya demasiada violencia gratuita.
¿Tienes
un método de escritura? ¿En qué te inspiras?
Lo cierto es que no. Intento escribir
cada día, como aconsejan los manuales y muchos escritores, pero me cuesta
mantener un ritmo y un horario. Soy mucho más visceral que metódica y alterno
períodos de gran actividad con otros bajo mínimos. Lo que sí hago es reescribir mucho. Hoy por hoy, me encuentro más cómoda en el
cuento y el relato que en una novela extensa y eso exige mucha contención y
eliminar todo lo que no es imprescindible para la historia. Siempre hay cosas
que mejorar y me cuesta dar un texto por acabado.
La inspiración viene de muchos sitios:
sueños —como en el caso de esta
novela—, noticias o artículos
del periódico, experiencias vividas —propias
o ajenas—, escenas que ves por
la calle o cuando vas en el metro, o ideas que se te ocurren sin saber cómo o
por qué.
Botánica,
ciencia forense, pilotaje de avionetas… ¿Cómo fue la documentación?
La parte referente a las plantas y a la
ciencia forense fueron relativamente fáciles, porque son temas que me interesan
—en especial, la botánica— y he leído bastante.
No
puedo decir lo mismo sobre el manejo de una avioneta, ya que no tenía ni la más
mínima noción. Por suerte, con internet y tiempo por delante, pude obtener la
información que necesitaba para dar verosimilitud a la historia.
El Jardín del Edén ha sido clasificada como novela de Terror Botánico, ¿qué
opinas de ello? ¿Eras consciente de estar escribiendo una novela de género? ¿De
las emociones y pensamientos que iba a suscitar tu obra?
Lo cierto es que no. Uno escribe para
sí mismo, en cierta manera, sin pensar cómo lo vivirán los demás. En ciertos
momentos, la historia parece tener vida propia y casi te limitas a seguirla y
ver hacia donde te lleva. Me cuesta clasificarla como obra de Terror, aunque si
me paro a pensar, tiene escenas muy intensas —digámoslo así. Quizá es que la conoces tan bien, la tienes tan
interiorizada, que no te sobresalta como a quien la lee por primera vez. Es muy
interesante y enriquecedor ver cómo la
gente interpreta y vive lo que has escrito y como a diferentes personas les
impactan más unos párrafos que otros, en función de sus características y
vivencias.
En
tu novela, las plantas tienen parte de culpa del terror que se desata, pero
también la religión y el egoísmo humano, ¿qué tratabas de mostrar al lector?
Supongo que varias cosas, aunque cuando
escribes aflora una parte de ti de la que no eres del todo consciente y
que también juega su papel.
La primera, que el fanatismo —en este caso religioso— conduce a la perversión y es capaz
de justificar las cosas más abominables. También quería mostrar que el enemigo más
temible es aquel en quien no se cree,
por la ventaja que ello le da. En nuestro mundo actual, que adora las cifras,
la razón y los experimentos, no existe lo que no se puede cuantificar, medir o
pesar, pero yo creo que la ciencia no tiene respuesta para todo y que, creamos
en ello o no, hay muchas más cosas a nuestro alrededor de las que podemos ver. Por
último queda claro que, como en tantos otros casos, el origen del mal que se
genera tiene la mano del hombre detrás.
El Jardín del Edén tiene un final que puede resultar controvertido, ¿por qué
decidiste cerrarlo así?
Es cierto que el final ha suscitado
cierta controversia entre algunos lectores, pero para mí es más importante la actitud del protagonista, que el desenlace
en sí. Creo sinceramente que es el final que pedía la historia, el que muestra
con mayor rotundidad todo lo que yo quería expresar.
La
locura es parte del ambiente, hasta tal punto que no sabemos qué es real y qué
fruto de la imaginación febril del protagonista. ¿Por qué esta doble realidad?
Es algo que me he esforzado en
transmitir y perfilar durante todas sus páginas, porque una amenaza que uno
siente tan real y vívida, pero que es inexistente para los demás, resulta
doblemente inquietante.
También porque, hasta cierto punto,
todos vivimos en nuestro mundo particular, todos tenemos rarezas, manías,
intuiciones… que no nos atrevemos a confesar, por miedo a traspasar, para la
sociedad, esa fina barrera que a veces separa a los cuerdos de los locos.
La
tortura es uno de los temas que tocas en la novela; la tortura emocional y
psicológica. Llegas a mencionar los experimentos de Pavlov. ¿Deseabas
representar nuestra sociedad y cómo nos controlan a través de seres
aparentemente inocentes? ¿Cuál era tu intención?
Mi intención era mostrar que, al igual
que el ser humano puede condicionar e incluso destruir psicológicamente a unos
animales —perros, en el caso de
Pavlov— a través de los mecanismos
adecuados, puede intentarse lo mismo con un ser humano, introduciendo en su
vida —aparentemente libre— los estímulos pertinentes cada
cierto tiempo. Puede parecernos más cruel al tratarse de una persona, pero sólo
visto desde nuestro punto de vista.
¿En
qué estás trabajando ahora?
En unos cuentos sobre las diferencias
vitales y la manera de ver el mundo del hombre de campo y el urbanita.
¿Qué
estás leyendo ahora?
Mortal
y rosa, de Francisco Umbral.
¿Nos
recomiendas algún título?
Cuentos
completos, de Flannery O’Connor.
Isabel del Río, Julio 2019