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miércoles, 25 de octubre de 2017

Reseña de “Subsuelo” de Marcelo Luján



TÍTULO: Subsuelo

AUTOR: Marcelo Luján

EDITORIAL: Salto de Página



SINOPSIS

Un cuerpo vivo que se cambia por un cadáver. Una piscina. Un flash. El pantano. Y los mellizos, que comparten un secreto del que no parece fácil escapar. Como un murmullo bajo la tierra centenaria, la indiferencia adolescente se puede ver truncada por la calma del agua; apenas un instante dentro de aquella noche que suda veneno. Familia, recuerdos, pasado. Hormigas. Las raíces escondidas que siempre están presentes y tan activas: apretando el músculo de la sentencia. Como el pulso a dos manos que obliga a soluciones suicidas. Como el cordón umbilical que une y separa, que ata y aprieta. Hasta la muerte. Hasta la culpa. Dos veranos son suficientes para que la parcela del valle se convierta en el escenario de una perfecta tortura emocional.




OPINIÓN

A nadie importa dónde se encuentran los muertos, el dolor y la pérdida inflama los sentidos y surge la supervivencia, el instinto primario que regurgita ese “yo” que no ha sido domado por la sociedad. Y mientras las hormigas tejen entramados milenarios bajo nuestros pies, en ciudades subterráneas que no llegamos a imaginar, en la superficie el hombre es un lobo para el hombre.

«Ahora no están. No hay rastro. Nada. Ni siquiera una. Ni siquiera la más descarriada y subversiva. Nada. No están. No se ven. Desde la galería apenas intuyen la mitad de lo que está sucediendo.

Fabián piensa Lo que no se ve no existe. Y también que probablemente duerman durante el día. Y que probablemente lo hagan sabiendo que van a morir. Aunque no sepa por qué piensa eso.»

Toda buena novela tiene un inicio sencillo, cotidiano, reconocible por todos. Un verano más, familias reunidas en torno a una mesa, alrededor de los restos de una cena. Adultos demasiado borrachos para responsabilidades, jóvenes en plena agitación hormonal que dejan las decisiones que ha de tomar la cabeza a partes menos razonables. Dos pies que se rozan bajo el agua. Un hermano que observa con rabia el suceso. Falta hielo, hay que ir a por él a la gasolinera. Y con la llegada del otro hermano, el hijo mayor de la otra familia, también se aproxima el giro sin retorno, el detonante que lo cambiará todo y lo precipitará, como una hilera de fichas de dominó, a formar la estela de lo que una vez fue.

«Escribe Te picarán las hormigas, paleta. Y mira, cerca del borde de la piscina, a su hermana. Pero su hermana no se mueve y él piensa que finge estar dormida. No sabe Fabián que ella se echó a llorar cuando Ramón le pidió que le contara qué había ocurrido aquella trágica noche. Tampoco sabe que también ante la policía se había echado a llorar la primera vez que se lo preguntaron. No sabe nada de eso Fabián. Sabe que a todos les tocó declarar. Y sabe que todos declararon lo mismo. Él, su hermana, su madre.»

Subsuelo me ha provocado y revuelto hasta lo más íntimo. Poética, es una metáfora en sí misma, cada imagen, potentemente bella y aterradora tiene más de una lectura. Y ahí están, los personajes, figuras de carne y hueso en papel y tinta que se desarrollan lentamente ante tus ojos, hacia la tragedia, como en la mejor obra de Shakespeare, sin poder advertirles lo que presientes pero no te atreves a imaginar.

«Después acabó el curso. Después llegó el verano: un verano raro para casi toda la familia porque se cumplía un año del accidente y porque sus padres decidieron, por primera vez desde que los mellizos tuvieron uso de razón, no ir a la parcela del valle. Quedarse en la ciudad, decidieron. Mabel más que Alberto. Como si con ello restringieran o mermaran los ensañados procedimientos de la memoria.»

Un juego juvenil, casi infantil, un primer amor, una noche de verano, todo puede cambiar en un segundo, todo tu mundo devenir en un infierno. Cada familia con sus secretos, cada individuo con más llaves echadas de las que puede contar… La trama se complica, pues un animal herido y acorralado es el más peligroso, y los posibles enemigos pueden ser el mejor aliado cuando el cazador se halla entre nuestras propias paredes; cuando el refugio se convierte en prisión y no hay escapatoria posible.

«También su teléfono está configurado para que suene el glup cuando entra un mensaje de su hermana. También dos veranos atrás tenía un teléfono así, algo inferior a éste en prestaciones pero de igual tecnología. Un teléfono que todavía conserva, que guarda celosamente aunque esté vacío y con la pantalla rota. Lee No. Otra vez. Y se arrastra la mano por la melena, por su pelo desprolijo y rubio, y se engancha los dedos y tira como si pretendiera arrancárselo.»

El pasado juega un papel importante en esta novela, una suerte de espejo que en forma de predicción nos advierte. ¿Quién es peón? ¿Quién el rey? La reina se alza entre sus cenizas y señala, pero hay de aquel que crea que el destino está en manos del hombre.

«Fue, como siempre en estos casos, un segundo.

Incluso menos. Es difícil medir, en el tiempo ese de los relojes, lo que duran las sensaciones más violentas y estremecedoras.

No sabe Mabel si fue el olor del bebé. No su perfume natural, ni el de ninguna colonia, ni el perfume del jabón con que su madre lo bañará, ni el perfume del detergente con que lavará su ropita. No fue nada de eso porque nada de eso se podría asemejar al bebé de la Guaya. (…)

Fue la primera vez.

La primera vez en treinta años.»

Sin duda una obra recomendada a aquellos que disfruten de una obra bien construida y una trama hilada a la perfección con imágenes que os será difícil olvidar; una historia para aquellos que no teman enfrentar tabúes y revolverse incómodos en el asiento; una novela para hacerse preguntas, muchas preguntas, la mayoría sin respuesta.



Isabel del Río, Agosto 2017
http://www.laodiseadelcuentista.blogspot.com

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