Jordi
Ledesma. Tarragona, 1979. Autor del poemario Agua de mayo (Silva,
2003), y de las novelas: Narcolepsia (Alrevés, 2012) y El
diablo en cada esquina (Alrevés, 2015). Este otoño publicará su
tercera obra, también en Alrevés Editorial.
ENTREVISTA
IDR. Ahondando en tus recuerdos, ¿de dónde nació tu pasión literaria?
¿Cuáles fueron tus inicios?
JL. Ya escribía cuentos de niño. Poemas de adolescente y algún
relato. Siempre he tenido vocación de narrador.
IDR. ¿Quién te introdujo al mundo de los libros? ¿Tienes alguno
preferido, que haya significado una inflexión para ti?
JL. Mi madre, sin duda. Casi todos los libros buenos que leí de los
quince a los veintitantos años eran suyos. Y, antes de eso, la primera novela
que me enganchó realmente a no querer hacer otra cosa que leerla, fue No
demanis llobarro fora de temporada de Andreu Martín y Jaume Rivera, es
un título que leí con once o doce años y en el que encontré una cercanía y una
adicción que no había sentido nunca.
IDR. ¿Qué te consideras antes: lector o escritor?
JL. Honestamente, y aunque yo mismo use la palabra escritor, de
forma coloquial, para referirme a mi persona o a otros colegas, creo que soy
novelista. Un escritor abarca más campos dentro de la literatura, escribe artículo,
ensayo, cuento, poesía, novela y, por lo tanto, se le supone una trayectoria
más amplia que la mía. Sea como sea, son las lecturas ajenas las que te hacen
ganar perspectiva respecto a tus propios textos, te hacen crecer y aportar,
innovar y arriesgarte como narrador. Hay que ser, antes que nada, lector. De no
ser así tu narrativa nacerá muerta. Nada crece si no come, y para crecer un
poco hay que comer mucho.
IDR. El Diablo en cada esquina es una obra dura y oscura, incluso morbosa,
¿cómo haces para que tus historias no te afecten?
JL. No hago nada, dejo que me afecten. Mis historias son parte de mi
vida, aunque sean ficción. Y en el arte el sufrimiento es un aporte muy grande.
Creo que de querer distanciarme emocionalmente demasiado pronto no conseguiría
la proximidad humana que pretendo. Luego, al no ser un trance real, no hace
falta demasiado tiempo para olvidar.
IDR. Los detalles de la obra son creíbles y coherentes,
¿cómo ha sido la documentación?
JL. Transito las periferias de las ciudades, los arrabales, las
urbanizaciones, y también los barrios céntricos, miro a la gente pasar, los
observo y trato de asimilar lo que veo y lo que no veo de sus vidas. Mis
personajes, en el aspecto humano, son la suma de muchas personas a las que he
conocido, para bien o para mal, y las elevo a un contexto de marginalidad y/o
violencia, ya sea social o física, que he observado en cualquier calle. Para
los temas criminalísticos intento hablar con delincuentes y que me cuenten lo
que les apetezca (soy una persona que hace preguntas concretas y dejo hablar
bastante), en sus asuntos, y en cuestión de conocimientos criminales, los
quinquis son mucho más fiables que la policía.
IDR. Si tuvieras que resumir la moraleja de la novela,
¿cuál sería?
JL. Que cuando uno se deja llevar por la codicia y para ello recurre
al abuso, ya sea físico, sicológico, o moral, siempre acaba aplastado por otro
abusón codicioso de mayor envergadura. Y que entre humanos, y habiendo dinero
de por medio, la integridad no existe.
IDR. La crítica en la novela es clara, pero ¿qué querías
mostrar exactamente?
JL. Pues lo que para mí es la realidad: una sociedad hedonista y
codiciosa en el que a cada individuo sólo le importa su ego y su beneficio, y
al resto que les den por el culo. La maldad que la novela refleja, a mi juicio,
existe en cada uno de nosotros, pero se manifiesta de manera más trivial, en
asuntos menos dañinos, aunque responde a la misma falta de principios que la
que empuja a mis personajes a matar o morir.
IDR. ¿Por qué estos personajes? ¿Cómo se te ocurrió el
detalle del cuadro final?
JL. La novela alinea dos tipos de personajes: los subyugados que son
los protagonistas, y frente a ellos (o por encima) están los dominantes que
mueven la voluntad de los anteriores a su antojo y beneficio, y que se
desarrollan en un papel más secundario pero con mayor peso en el devenir de la
historia. A la vez todos actúan en respuesta a la supervivencia, y en
contrapartida de lo que ellos puedan esperar o preveer es el azahar quien los
lleva de aquí para allá. El detalle del cuadro iba implícito a la historia
desde el principio. Tenía muy claro el ritmo que quería, un ritmo de lectura
muy rápido. Y que los personajes principales, aun después de relacionarse,
debían ser protagonistas de los capítulos en los que transcurriera su acción, y
que los secundarios actuaran como escenario común. Desde un primer momento supe
que en alguno de los capítulos del último tercio de la novela quería introducir
una pausa en la que se hiciera una metáfora desde la que poder repasar los
hechos y la senda de cada personaje. Un cuadro con simbología renacentista me
parecía bastante original para esa pausa y ese repaso. Y la pintura de El Bosco
tiene un trasfondo de crítica social que se me antoja parecido al que la novela
pretende denunciar. Cuando supe que la tabla central de —Los cuatro postigos—
estaba desparecida encontré un lienzo en blanco en el que pintar mi historia.
IDR. ¿En qué condiciona la novela y tu forma de escribir
utilizar este punto de vista y personajes?
JL. Creo que desde la óptica comercial de la etiqueta negra se ha
transmitido una idea a muchos lectores en la que negra y policial, es lo mismo.
Yo no soy un especialista en el género y mi opinión es la de un lector más, yo
entiendo que ambas etiquetas no sólo se encuentran muy cercanas sino que se
abrazan en algunos aspectos, se mezclan y se arrebatan voces y criterios,
códigos, mecanismos, arquetipos, patrones y también tópicos, pero de alguna
manera eso lo hacen todos los géneros novelescos entre sí. Para mí no es lo
mismo. Mis novelas no son en absoluto policiales, aunque en ellas salgan
policías. Como hay infinidad de novelas policíacas que no son negras. Dicho
esto, y más allá de colores o definiciones, yo trato de recrear el contexto que
la sociedad me transmite y lo paso por mi filtro particular, además de añadirle
una historia de ficción, que creo que podría ser creíble dentro de ese contexto
filtrado que yo propongo. Intento que mis personajes sean gente próxima, aunque
sean capaces de lo peor como seres humanos, que durante su rutina se trate de
personas a las que devolviéramos los buenos días sin más prejuicio que el que
sintiéramos hacia cualquier otro vecino del que no sabemos nada.
IDR. ¿Cuál es tu método? ¿En qué te inspiras? ¿Qué haces antes de ponerte
a escribir?
JL. Sólo he escrito tres novelas, así que el método, si lo hay, está
en fase de desarrollo. Entiendo mi periodo actual como un momento en el que
sigo aprendiendo, por lo que hasta ahora he procurado que mis historias, y mi
manera de narrarlas, sea muy diferente en cada una de ellas. Creo que debo
seguir probando registros, e intento mejorar estilísticamente, en mi opinión
ese debe ser el propósito de cualquier novelista, evolucionar, y la del estilo
es una cuestión de reescritura y más reescritura. Procuro leer todos los libros
que se me han quedado atrás. Y supongo que como el resto de mis compañeros soy
un vuayeur de la vida. Para mí es importante, al empezar una nueva novela,
haberme desintoxicado de la anterior, y antes de que eso suceda habré escrito
varios inicios, pasajes intermedios, relatos, reflexiones, poemas… y la mayoría
de esos textos quedarán olvidados, serán algo que no sucedió. Procuro escribir
cada día.
IDR. ¿Algún nuevo proyecto entre manos del que nos puedas hablar?
JL. Publico una novela, pasado el verano, con Alrevés, aunque no
puedo hablar demasiado, acabamos de empezar la fase editorial y aún no tenemos
título.
IDR. ¿Cuál crees que es el papel del escritor en la sociedad actual?
JL. Albert Camus dijo que los artistas deben estar con los que
sufren la historia, no con los que la escriben. Yo estoy bastante de acuerdo.
IDR. Ahora se está experimentando un boomalrededor de la
Novela Negra, ¿crees que tiene algún reflejo con nuestra sociedad?
JL. Sí, bastante. Sobretodo el transfondo en el que suceden las
cosas. Hay novelistas que saben insertar muy bien sus ficciones en ambientes y
esferas creíbles y palpables en nuestro entorno y que hacen que eso sea lo
importante dentro del universo cerrado que es una novela, giros y tramas
aparte.
IDR. Narcolepsia, tu primera novela, fue reconocida por la
crítica y finalista de dos premios literarios, ¿cómo te sientes con esta
segunda novela? ¿Cuáles son tus perspectivas?
JL. Hace ya más de un año que se publicó El diablo en cada
esquina, y el mercado editorial es voraz. No creo que pase nada que no haya
pasado ya. Aún así, ha sido finalista de los premios del Congreso Negro de Cine
y Novela de la USAL, que para mí no es poco, y queda muy bien en el currículum.
Espero que con el tiempo otra novela pueda empujarla y que obtenga más alcance
del que pueda haber tenido o estar teniendo ahora.
IDR. ¿Cómo te sientes hacia la tercera novela? ¿Miedo/Ilusión?
JL. Mucha ilusión. Como te digo la publicamos pasado el verano. Y
para mí se trata de mi mejor novela, sin duda. Si tuviera miedo, la
reescribiría.
IDR. ¿Cómo es trabajar con una editorial como Alrevés? ¿Y cómo ha
sido tu experiencia en el mundo editorial en general?
JL. Todas mis novelas las he publicado en Alrevés, por lo que
desconozco el trato íntimo que gozan otros autores con sus editoriales. Yo estoy
muy contento, puedo decir que más allá del trato profesional y comercial,
existe además una amistad real. Y la verdad es que de cara a esta tercera
novela me siento muy arropado.
IDR. ¿Qué le recomendarías a un autor novel que busque editorial para
su manuscrito?
JL. Que se olvide del asunto y se trague su orgullo e ilusión y no
se rompa más las bolas, que cuando llegas no es para tanto. Bromas aparte, que
trate de escribir la mejor versión de su texto, y que seleccione los editores
que publiquen un perfil de libros parecidos al que él propone. Que contacte con
ellos, se presente y les haga llegar su novela. Hay millones de blogs que
explican eso. Si puede encontrar un padrino mucho mejor, más rápido y sencillo.
Pero no hay nada más infalible que una buena novela.
IDR. La promoción de las obras es uno de los puntos fundamentales a
la hora de llegar a los lectores. ¿Cómo la encaras tú? ¿Crees en los canales
convencionales? ¿Y en las redes sociales? ¿Hasta dónde influyen los
libreros?
JL. Hombre, los autores de mi nivel promocional las pasamos canutas
cuando salimos de nuestros barrios y ciudades, es muy difícil vender libros
fuera de casa. El género negro cuenta con muchos festivales ahora mismo, pero
ahí tampoco se venden demasiados libros, sólo unos pocos lo hacen. A los demás
los festivales nos sirven para dar un poco la chapa, hacernos la foto y subirla
a las redes, que vienen a ser una especie de álbum que puedes enseñarlo a tus
amigos sin que vengan a casa.
Los libreros independientes influyen porque tienen
su público y las librerías pequeñas hacen una encomiable labor de suscripción,
pero el bisnes está en las megalibrerías, si no estás en las pilas de
centenares de ejemplares y en los carteles, la promoción que tú puedas hacer
desde tu trinchera digital y la suscripción del librero independiente al que
hayas logrado cautivar no sirven de nada, si de lo que hablamos es de impacto
real en número de libros vendidos. Puede sonar feo, pero es así. Yo llevo poco
en esto, pero creo que hace mucho tiempo que es así.
IDR. ¿Dónde crees que termina el papel del editor y empieza el del
autor en la tarea de visibilizar una nueva obra?
JL. Hoy en día, con las redes y los blogs, un autor puede ofrecerse
y dejarse ver, y ser muy pesado, pero nunca podrá serlo más que una editorial
con recursos. El autor responde entrevistas, va a la radio, se hace el
simpático con otros autores para que lo lean. Y va enlazando en su Facebook
todos esos pequeños logros. Pero si un editor profesional publica un libro es
porque cree en él, se juega el dinero y es quién más va a ganar si la cosa
saliera más bien que mal. No hay duda que la labor de vender libros es suya,
como lo es la toma de la decisión respecto a cuanto esfuerzo acomete en ello.
Dentro de una misma editorial hay libros y libros.
IDR. Algunos dicen que las presentaciones son un recurso obsoleto de
tiempos en que la comunicación entre lector-autor no era tan inmediata. ¿Qué
opinas?
JL. Las presentaciones son importantes pero hay que saber elegirlas,
porque cuestan tiempo y gasolina (todo el mundo sabe que los novelistas
mediocres no comemos), pero con un buen interlocutor o suscriptor y en un
espacio con público y tradición te brindan la posibilidad de vender tu libro en
persona, si hay afluencia de gente y ninguna otra distracción cercana suele ser
positivo.
IDR. Como lector, ¿qué prefieres: papel o ebook?
JL. Nunca he tenido un ebook. Nunca he leído nada en ebook.
IDR. ¿Qué es lo que te atrae de una historia y que te hace
abandonarla?
JL. Es una pregunta difícil de contestar, caería en muchos tópicos
si lo hiciera. Lo cierto es que no estoy seguro, supongo que la falta de ganas
de leerla.
IDR. ¿Qué estás leyendo ahora?
JL. Fóllame, de Virginie Despentes.
IDR. ¿Nos recomiendas algún libro?
JL. El señor de las moscas, de William Golding.
Link a la reseña de El Diablo en cada
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